lunes, 4 de octubre de 2010

AJEDREZ Y BALONCESTO

¿Es posible trazar una analogía entre el juego del ajedrez y el del baloncesto? Más importante aún ¿Semejante analogía resultaría de utilidad para la comprensión y análisis del juego del baloncesto? Este artículo intentará dar respuesta afirmativa a estas cuestiones, por supuesto, el veredicto final corresponde a los amables lectores.

El entrenador como jugador de ajedrez.
Posiblemente la fantasía secreta de muchos entrenadores sería utilizar sus jugadores como piezas de ajedrez, moverlos como si fuesen trozos de matera sin voluntad ni libre albedrío. No por obvia es menos necesaria esta reflexión: para ser entrenador no basta con tener conocimientos técnicos, es necesario poseer las habilidades sociales y la inteligencia emocional para poder liderar un grupo humano. Sin embargo, el entrenador de baloncesto se asemeja legítimamente al ajedrecista porque comparten un mismo sueño: hacer realidad el triunfo de la mente sobre la materia. Cada vez que un ajedrecista sacrifica alguna de sus piezas para ganar la partida, hace realidad ese sueño; del mismo modo, cada vez que un entrenador consigue que su equipo venza a un rival superior demuestra que sus ideas se pueden imponer a una realidad adversa, y cómo no, a las ideas del oponente, y eso es como jugar al ajedrez.

La movilidad de las piezas.
El valor de las piezas de ajedrez depende de su movilidad, que a su vez viene determinada por las reglas del juego y por la posición que durante el juego ocupan en el campo. De modo análogo, un jugador de baloncesto resulta más valioso cuanto mejor es su capacidad atlética, pues es la que le permite poner en práctica sus habilidades técnicas en el momento y lugar oportunos. La velocidad, llegar primero que el adversario, es un valor superior en el baloncesto. De un modo más concreto, si la victoria en el ajedrez depende de ejecutar los planes previstos con el menor número posible de movimientos, en el baloncesto la victoria tiene mucho que ver con la velocidad de ejecución: mejor pasar que driblar y aún mejor resolver en pocos pases que con muchos. En cuanto a la posición, un caballo está mejor situado en las casillas centrales, una torre en una columna abierta o semiabierta. Saber situar las piezas es una habilidad fundamental para el ajedrecista; así mismo, el entrenador de baloncesto debe situar a sus jugadores en el lugar donde mejor pueden rendir, lo que no siempre resulta sencillo.

La coordinación de las piezas.
Las piezas de ajedrez se mueven coordinadamente, en la apertura rara vez se mueve la misma pieza dos veces seguidas, y es inusual conseguir un jaque mate con una sola pieza sin el juego combinado de las demás. En baloncesto, ni tan siquiera cuando un jugador tiene una actuación estelar, se puede afirmar que ha ganado él sólo el partido, pues ha necesitado del trabajo defensivo de sus compañeros y de sus pases para poder anotar.

Táctica y estrategia.
A menudo se confunden estos dos conceptos, incluso en el caso del fútbol se denomina “jugadas de estrategia” a lo que en realidad son jugadas tácticas.
La estrategia hace referencia a la planificación, es decir, a la elaboración de planes a medio o largo plazo; la táctica sería la forma en que esos planes se pueden llevar a la práctica. En una partida de ajedrez un objetivo estratégico sería conseguir coronar un peón, la táctica consistiría en todos los movimientos y combinaciones de piezas que conduzcan a ese fin. En baloncesto la estrategia podría tener que ver con aprovechar la debilidad del equipo contrario en el poste bajo, la táctica consistiría en diseñar las jugadas adecuadas para situar balón y jugador en esa posición. La táctica suele ser más visible, la estrategia pasa más desapercibida, por ejemplo, cargar de personales al mejor anotador del equipo contrario para reducir sus minutos de participación sobre el campo, o reservar a los mejores jugadores para el final.

Saber a qué se juega.
Los jugadores de ajedrez intentan jugar el tipo de partida que más les conviene a su juego, los hay que se desenvuelven mejor en una partida cerrada, con el centro bloqueado por los peones; otros prefieren un juego más abierto que permita más facilidad de movimiento a las piezas y facilite las combinaciones. Los equipos de baloncesto también necesitan descubrir cuál es el tipo de juego que más les favorece, e imponer lo que se ha dado en llamar “ritmo de juego”.

Juego y contra-juego.
Una decisión que deben tomar los jugadores de ajedrez es si responden al juego y las amenazas de su adversario en la zona del tablero que él ataca o si por el contrario crean una amenaza distinta en otro lugar que fuerce a su rival, bien a defenderse, bien a apostar por seguir hasta el final en una especie de “a ver quién llega primero”. Por ejemplo, en ajedrez un jugador puede buscar sus oportunidades en el flanco de dama intentando coronar un peón mientras su adversario intenta situar las piezas en el flanco de rey para dar jaque mate. En el baloncesto tenemos un tema muy característico en el emparejamiento de los aleros: si se opta por dos hombres altos que juegan cerca de canasta que de algún modo se contrarrestarán el uno al otro, estaríamos en un caso de juego, pero si un entrenador escoge un alero más bajo y rápido para atacar de fuera hacia adentro, mientras el otro entrenador acepta el desafío y trata de castigar a su adversario con su alero alto jugando al poste, hablaríamos de contrajuego. Haciendo contrajuego ganó hace unos años el Panatinakos al Madrid de Plaza al colocar un quinteto de jugadores pequeños en pista frente a un quinteto más convencional del equipo blanco. El famoso partido en que Magic Johnson jugó de pívot para llevar a la victoria a los Lakers contra los Sixers de Filadelfia también serviría como ejemplo de contrajuego por las situaciones de desequilibrio existentes en los emparejamientos de aquel encuentro.

Del espíritu romántico al pragmatismo defensivo.
En sus orígenes, el ajedrez moderno se caracterizaba por el espíritu ofensivo de las partidas. Los jugadores emprendían arriesgadas maniobras desde el principio de la partida, sacrificando piezas si era necesario, para conseguir dar mate al rey adversario. Poco a poco esta concepción romántica del ajedrez fue dejando sitio a un enfoque más defensivo que ha demostrado ser el más eficaz con el paso del tiempo. El baloncesto también ha experimentado una evolución parecida, de tal modo que si antaño los marcadores eran más elevados, en la actualidad nadie concibe la posibilidad de victoria si no es a través de una concienzuda defensa. Curiosamente, en el llamado deporte rey, todavía se sigue discutiendo si defender es importante o no, al tiempo que se estigmatiza a aquellos que aprecian un buen trabajo defensivo.

El valor de las ideas.
A menudo se subestima lo poderosa que puede ser una idea. Sin embargo, el juego del ajedrez nos ofrece excelentes ejemplos de lo contrario. Uno de los más grandes ajedrecistas de todos los tiempos, Philidor, autor del famoso manual de ajedrez “Análisis del juego del ajedrez” comprendió antes que nadie la importancia de los peones. Estas humildes piezas, básicas para el entramado defensivo, fundamentales para el control de la posición, y decisivos en el final de partida, eran sacrificados alegremente. En su día, Philidor superó a sus adversarios, no porque calculase mejor o realizara mejores combinaciones que éstos, sino porque poseía una comprensión superior del juego. Red Auberbach, diseñó un equipo campeón alrededor de Bill Russell. Los Celtics demostraron antes que nadie que la idea de basar el juego en la defensa y el contraataque era un concepto ganador. A título individual, aquellos jugadores que poseen un mejor entendimiento del juego resultan más eficaces que otros con mayor talento atlético, incluso con mejores habilidades técnicas pero que no saben ni cómo ni cuando utilizarlas.

Doble debilidad.
En el ajedrez se puede defender una debilidad, pero dos debilidades a un tiempo suelen ser indefendibles. Por ejemplo, se puede detener un peón pasado que va camino de convertirse en dama en un flanco, pero si en el otro lado hay que hacer lo mismo, resulta una misión imposible. En baloncesto la defensa intenta compensar sus debilidades o las fortalezas del atacante con las ayudas y basculando hacia el lado del balón o lado fuerte, pero cuando el ataque circula el balón adecuadamente o lo invierte de lado, casi siempre consigue su propósito. De un modo más global, se puede recordar también que ha habido equipos campeones con poca estatura o con poco tiro exterior, pues sus puntos fuertes compensaban esas debilidades, pero no se conoce ningún equipo que con esas dos carencias a un tiempo fuese campeón. El Madrid del último año de Martín & Herreros con los sres. Hosley y Massey, evidentemente, no fue una excepción.

La amenaza puede ser más fuerte que la ejecución.
En ocasiones un jugador de ajedrez dispone de una jugada muy fuerte que no ejecuta inmediatamente, pues de ese modo atenaza el juego de su adversario, luego poco a poco puede ir mejorando su posición sobre el tablero hasta que ejecuta la amenaza o realiza una jugada aún más productiva. En el mundo del baloncesto, miles de aficionados, y algún profesional, botan el balón como pollos sin cabeza sin atisbar lo eficaces que podrían ser si su mente albergase la idea de “triple amenaza” y lo que eso significa. Recibir el balón en una buena posición de tiro, no botarlo inmediatamente, adoptar el gesto de lanzamiento a canasta, o fintar un pase, es mejor en muchas ocasiones que lanzar, botar, o incluso pasar a la primera.

El scouting.
En la era de la informática incluso los jugadores de nivel más modesto intentan conocer el juego de sus próximos adversarios accediendo a las bases de datos de las partidas que han disputado oficialmente. El scouting ajedrecístico permite conocer qué apertura, qué variantes de apertura prefiere un jugador, las trampas que puede tender, incluso el estilo de juego con el que se siente más cómodo. Otro tanto ocurre con el baloncesto, desde que se inventó el video y se incrementaron el número de partidos televisados los equipos y sus jugadores son diseccionados al límite, y nadie prescinde de la ventaja que ello supone

La consistencia.
Una de las cosas de las que primero es consciente cualquier aficionado al ajedrez cuando empieza a jugar partidas de cierto nivel es la necesidad de no cometer errores. Es difícil no caer en cierta autocomplacencia estética cuando se practica una actividad tan hermosa como el ajedrez, pero los jugadores ganadores son los que hacen buenas jugadas sin cometer errores. Otro tanto ocurre en el baloncesto, muchos jugadores realizan jugadas vistosas, de las que aparecen los resúmenes de partido, pero los que ganan partidos los que juegan sencillo, sin errores de bulto y buenos porcentajes de tiro. Eso significa ser consistente.

La tenacidad.
Un jugador de ajedrez de primer nivel siempre se mantiene en la partida, aunque se encuentre en una situación de inferioridad, nunca regala la victoria (esto es muy distinto a empecinarse en jugar una partida que ya no se puede ganar aburriendo al adversario). Un equipo de baloncesto de verdad intenta mantenerse con opciones de triunfo hasta el final, aunque su adversario haya encadenado una gran racha de aciertos. El Real Madrid de Maljkovic era un ejemplo de “equipo lapa” de los que había que “matar a cañonazos”, de ese modo ganó una liga ACB.

Volver a jugar.
Ya sea sobre un tablero de ajedrez, o sobre una cancha de baloncesto, la derrota es siempre una experiencia desagradable, pero siempre existe un consuelo a la vista, al menos para quienes somos simples aficionados, jugar otra partida o pensar en el próximo partido.

Jugadores de baloncesto / ajedrecistas.
Por si os animáis a jugar al ajedrez ahí va una lista de jugadores de baloncesto / ajedrecistas: Danny Ainge, Kobe Bryant, Maurice Carter, Bill Cartwright, Wilt Chamberlain, Larry Johnson, Magic Johnson, Steve Smith, Latrell Sprewell, Gary Trent, Bill Walton, Jason Williams, Jay Williams, Johny Rogers, y Esteban Batista. Bueno, también juega al ajedrez Lázaros Papadopuolos pero no sé si incluirlo en la lista porque en su etapa madrileña no quedó claro si jugaba al baloncesto.








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